Acapulco, Guerrero.- Siempre he sido un ciudadano a favor de que se cumpla la legalidad, que ante todo prevalezca el estado de Derecho, se respeten las instituciones, y por encima de todo impere la justicia.
Nuestra Constitución es sin duda una de las más avanzadas y estoy convencido de que si todos cumpliéramos cabalmente los preceptos que en ella se establecen, viviríamos en una mejor sociedad, sin tanta anarquía.
Y no estoy hablando de que solamente los ciudadanos nos sometamos a lo que establecen las leyes y sus reglamentos, sino también las mismas autoridades, los representantes populares, los servidores públicos, todos, ajustarse al marco constitucional.
Pero también creo en el diálogo, en los acuerdos, pero sobre todo, en la sensibilidad y la justicia. Gobiernos que aplican a rajatabla los ordenamientos jurídicos, lejos de ganarse las simpatías ciudadanas caen muchas veces en el estigma del autoritarismo, de la represión y ello definitivamente no abona a la gobernabilidad.
Creo que en la medida en que nuestros gobernantes, sean del ámbito local, estatal o federal, antepongan el diálogo y los acuerdos para la solución de los problemas urgentes que aquejan a la sociedad, se podrían evitar las manifestaciones de inconformidad que muchas veces surgen en grupos o sectores sociales porque sus planteamientos no son escuchados.
Acapulco lo menos que necesita son bloqueos, plantones, marchas, tomas de edificios. Hagamos de la comunicación una herramienta indispensable en esta nueva normalidad. Con diálogo, legalidad y justicia, es posible y no tengo la menor duda de que Acapulco lo va a lograr.
Mientras tanto... ¡Jálalo que es pargo!